1 ENVEJECIMIENTO ACTÍNICO. Es una realidad, la piel no vive muy bien el exceso de sol.  Como sabemos, el proceso de envejecimiento cutáneo se desencadena a través de dos mecanismos diferentes. El primero, de carácter intrínseco, lo establece la genética, que marca de manera inevitable el momento y el modo en el que se van produciendo toda una serie de cambios fisiológicos, clínicos e histológicos en el interior de la piel. El segundo está provocado por agentes externos, entre los que el sol juega un papel protagonista. Tanto es así que, el 80% del deterioro que experimenta la piel a lo largo de la vida está provocado por la radiación solar, es lo que se conoce como envejecimiento actínico, un proceso que es posible prevenir y reparar, con los cuidados estéticos adecuados.

2 REGENERACIÓN. Genéticamente la piel está programada para desarrollar su propia renovación celular. Aunque con la edad, su resistencia y sus facultades disminuyen, reduciéndose también su capacidad de reacción frente a los agentes externos: sol, calor, contaminación... todos ellos inciden sobre ella debilitando su capacidad de reproducción celular. Mientras la piel joven se renueva rápidamente y produce colágeno con facilidad, la madura pierde gran parte de esta capacidad, mostrando una piel menos densa y carente de luz. Ante esta situación, urge estimular sus funciones bioregenerantes mediante tratamientos nutritivos y revitalizantes, ello le aportará mayor bienestar, incrementará sus defensas y prolongará su juventud. El objetivo principal de la exfoliación cosmética es precisamente eliminar de la superficie de la piel las células muertas que se producen por este proceso natural de queratinización, ayudando así, a que la piel presente su mejor aspecto y rebose vitalidad. 

3 PIEL SIN MANCHAS. El sol está directamente implicado en el proceso de formación de las lesiones pigmentarias. De hecho, cuando él es el causante directo de la misma hablamos entonces de fotomancha. La radiación UV produce cambios en la división celular (mitosis), pudiendo generar células anormales (precancerosas y cancerosas), además de quemaduras solares y envejecimiento de la piel. Los melanocitos son los responsables de la fabricación de la melanina y, a través de ellos, el tejido cutáneo adquiere su tonalidad. La mezcla entre un porcentaje determinado de feomelanina y otro de eumelanina determina las características pigmentarias de cada raza. Así que, contrariamente a lo que podría parecer,  las diferencias de color entre una blanco y un negro no derivan del número de melanocitos sino de la tipología de éstos. La melanina se sintetiza a partir de un aminoácido denominado tirosinasa mediante el siguiente proceso: debido a la acción oxidativa de la tirosinasa, este aminoácido se transforma en dioxifenilanamina, conocida comúnmente como Dopa, un compuesto que después de una serie de transformaciones complejas se convierte en melanina. Por culpa de todas estas transformaciones, los melanosomas se solidifican en gránulos de melanina que se extienden por las células de la epidermis conocidas como queratinocitos.